Continuamos contando desde Gálvez la parábola del alpinista, España se llamaba nuestro alpinista.
Transcurrían los años 80, década que ahora nadie parece recordar. España se encontraba subiendo la montaña
cuando se encontró con un grupo al que llamaremos Unión Europea, aunque
entonces no se llamaba así. Este grupo iba bien equipado y tenían montañeros
avanzados en el recorrido. España los pidió unirse a ellos y la Unión Europea,
un poco suya, le puso unas cuantas condiciones. Así España comenzó a formar parte
de aquel grupo en el ascenso de la montaña.
Se comenzó a aprovechar del buen equipamiento de otros
compañeros de alpinismo más aventajados dentro del grupo.
Corrían los años 90 cuando Unión Europea llegó a un
campamento base y reunidos todos decidieron poner más condiciones a los que
quisieran seguir adelante en grupo. Fueron condiciones muy duras pero merecía
la pena continuar el ascenso con aquel grupo y España, aunque sufrió mucho para
lograrlo, consiguió cumplir las condiciones impuestas.
Llegaron años felices dónde aprovechando el rebufo del
grupo, España ascendía y ascendía. Y algunos compañeros decidieron prestarle
equipamiento “con vuelta” que se dice en Gálvez.
España cogió ese equipamiento y decidió ascender más rápido
que el grupo, ponerse a la cabeza, ser una avanzadilla. Y lo lograba, pero
olvidando algo que expuse al principio. Olvidaba instalar las medidas de
seguridad necesarias, y además olvidaba que el material que le habían prestado
tendría que devolverlo.
Todo eso no estaba bien pero no
fue lo peor. Lo peor fue que comenzó a vacilar a sus compañeros, los mismos que
le habían prestado cosas, los decía que era mejor que ellos, que ascendía en la
Champions League y cosas similares.
Continuará....
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